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Cómo criar un adolescente sin morir en el intento

Paris, may. 2025

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Cómo criar un adolescente sin morir en el intento

 

Lo primero que tenemos que saber como padres, es que somos nosotros quienes debemos prepararnos para la tan temida etapa de la adolescencia de nuestros hijos, porque no podemos esperar que sean ellos quienes detengan su crecimiento y evolución biológica. Así es, la etapa de la adolescencia es un período del desarrollo humano que comienza inmediatamente después de la niñez y que incluye cambios biológicos, físicos, sexuales, psicológicos y sociales, dando paso posteriormente a la adultez.

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Sólo podemos adelantar dos premisas de la adolescencia:

  1. Es un período limitado de tiempo; que puede transcurrir según la OMS, entre los 10 y 19 años, pero que la divide en adolescencia temprana (de 12 a 14 años) y adolescencia tardía (de 15 a 19 años), en cualquier caso y según otros autores, la etapa de adolescencia tiene un tiempo de duración media, entre 4 y 6 años. Por tanto, se trata de una etapa pasajera y no definitiva. Afortunadamente...

 

  1. Todos nuestros hijos pasarán por esta etapa; así como nosotros también hemos pasado por ella, no se puede evitar, esquivar o rehusar, es como si quisiéramos que nuestros hijos se quedaran pequeños para toda la vida, es decir, es imposible. Solo puede variar la intensidad, persistencia o funcionalidad, todo esto ligado a múltiples factores, tales como el propio carácter del adolescente o a los estímulos sociales, culturales y familiares.

 

La adolescencia es una fase turbulentamente llena de cambios y contradicciones, tanto para nosotros como padres como para ellos principalmente. Es una etapa de mucha confusión mental y psicológica, donde lo que se siente no es necesariamente lo que se piensa o dice, donde se mezclan los miedos con la autovalía, la autoestima con las inseguridades y la autonomía con la dependencia, donde existe una lucha constante y contradictoria de querer ser un adulto sin perder la seguridad de refugiarte en la niñez. Recuerdo escuchar en México a unos colegas que atendían adolescentes y que de forma divertida les llamaban “los chocolates”, porque todo les choca y nada les late.

 

En esta etapa, se detectan bajas en la atención, concentración, comunicación e incluso en el rendimiento escolar. Es entendible puesto que existen muchas más interferencias recibidas diariamente (estimulaciones del tipo social, sexual y de autoimagen). La imagen física, o más bien estética, se vuelve una prioridad, existe incluso una distorsión de su propia imagen y de cómo pueden ser percibidos por sus pares (no sus padres). Para nosotros siempre son los más hermosos.

 

En la etapa de la adolescencia, la cual entendemos que es a lo menos complicada, es fundamental nuestro rol y aporte como padres, nuestra presencia, nuestro amor incondicional, para que siempre y pese a todo se sientan queridos, respetados y valorados, revelando nuestro entrenador interno para lograr sacar lo mejor de ellos, pero también - y en su justa medida - nuestra autoridad, la capacidad de poner límites y supervisar que estos se respeten.

 

Hace muchos años atrás, una amiga me dijo que a los hijos sólo había que darles amor y nada más - como la canción de The Beatles (All you need is love) - yo creía que esa afirmación estaba incompleta y recuerdo haberle dicho, “amor y límites”, pero ella no estaba de acuerdo y no lo aceptó. Hoy después de casi 20 años de esa conversación, tengo la firme convicción personal y profesional que yo estaba en lo correcto.

Los límites no son malos, por el contrario, son necesarios en toda nuestra vida, pero sobre todo al momento de hablar de nuestros hijos, los límites les aportan seguridad a su crianza, les ayudan a dar soporte emocional, a saber que llegados a un punto estarás tú para no dejarlos caer o dándoles una guía cuando se sientan sin rumbo, lo cuál pasará muchas veces.

 

Los padres podemos mostrarnos hacia nuestros hijos como personas abiertas, divertidas y joviales, podemos ser todo lo simpáticos pero no podemos confundirlos haciéndoles creer erróneamente que somos sus amigos. Amigos serán todas aquellas personas que ellos elijan en su vida para acompañarlos. Nosotros seremos sus padres irrevocablemente y eso conlleva a una responsabilidad parental: debemos cuidarlos, protegerlos, apoyarlos, contenerlos, pero también educarlos. Somos la primera autoridad para ellos, a través de nosotros entenderán cómo lidiar con la vida adulta más adelante.

 

"Todas las personas grandes han sido niños antes. (Pero pocas lo recuerdan)."

- El principito.

 

El querer ser amigos de nuestros hijos no es el único error involuntario que cometemos como padres, algunos de los errores comunes son:

 

* Buscar convencerlos; no puedo pensar como ellos, aunque pueda dar mi opinión, pero querer convencerlos de mi opinión o de su error nos arriesga a alejarnos, más que a acercar posturas (ellos ven la vida con a lo menos 20 años menos que tú).

Intentar razonar con ellos una vez, luego de eso buscar más razones, hará que nos agotemos y entremos en bucle sin lograr nada, activando una lucha de poder (recuerda: los adolescentes creen saber más que tú).

 

* Querer pelear todas y cada una de las batallas con ellos; debemos ser más estratégicos y enfocarnos en las “luchas” que realmente son importantes, hay muchos enfrentamientos que no valen la pena luchar y ganamos más dejándolo pasar (eso nos mostrará mucho más claros ante ellos).

 

*Criticar a sus amigos; no podemos olvidar que sus amigos son su referencia afectiva, es un amor diferente a sus padres, es por elección y criticarlos es no creer en su “buen criterio” a la hora de elegir y esto podría ser un golpe directo en su autoestima (recuerda que nosotros vemos las cosas y a las personas con la visión de a lo menos 20 años más que ellos).

 

* En la misma línea, nuestra falta de empatía al momento de ver las cosas que les suceden a ellos. No sirven las frases como “yo en tu lugar…” o “cuando yo tenía tu edad…” Debemos esforzarnos por ver las cosas desde su punto de vista, como un adolescente que no tiene o no ha tenido todos nuestros años de experiencias y vivencias (tampoco ellos ven las cosas como nosotros). Es un tema casi de sentido común, pero aun así nos cuesta. A esto se le llama empatía; a la capacidad de conectarnos con la emoción del otro, sin sentir lo mismo, solo entendiéndolo desde su perspectiva, no desde la mía.

 

* Mostrar empatía también a la hora de dar nuestra opinión, ya que muchas veces suena más a crítica y no podemos olvidar que los adolescentes son sumamente sensibles a las críticas y, al verse en una posición amenazante, sacarán toda su artillería para defenderse (cuál animal malherido tratando de sobrevivir).

 

* El siguiente error - desde mi punto de vista - es uno de los más importantes a la hora de criar hijos adolescentes, aunque es algo que debería venir en la crianza desde la niñez. No cumplir el castigo, la amenaza, la advertencia o consecuencia impuesta frente a un acto de su parte. Cuando los padres no cumplimos lo que decimos que haremos, se vuelve en nuestra contra con una desacreditación frente a ellos, amenazando fuertemente nuestra autoridad y credibilidad. Para este punto siempre sugiero a los padres de nunca comprometerse a una consecuencia que no serán capaces de cumplir, preferible será que el castigo sea más blando pero efectivo, eso fortalece nuestra imagen frente ellos (se vale pensar la consecuencia antes de imponerla).

 

* Discursos motivacionales (incongruentes): muchas veces los padres nos enfrascamos en discursos eternos hacia los adolescentes - cual pódium de alguna ONG - inaguantables y odiosos, con el fin de generar una enseñanza, por lo general moral. Por supuesto que los principios son importantes porque son la base de nuestra crianza, pero no olvidemos que nuestros hijos ven y escuchan todo lo que hacemos (nuestra conducta con amigos o familiares, con el señor de la tienda, con la secretaria del hospital, etc). En ocasiones nuestras actitudes, nuestros principios o nuestra educación, se ven reflejadas en nuestras propias conductas, más que en un discurso. Somos un referente para ellos, con lo bueno y lo malo.

 

Por todo esto, es importante como padres prepararnos para vivir esta etapa con mejores herramientas que nos permitan manejar un poco mejor esta fase y entender que nuestro vínculo afectivo es el mismo, pero en un escenario diferente. Entender que aunque sigan siendo nuestros niños, están viviendo internamente un proceso nuevo, que tampoco ellos manejan ni entienden.

 

La forma de comunicar también cambia y debemos adaptarnos a este nuevo formato, porque de eso dependerá la continuidad y la fluidez de la misma:

 

* Ya no somos los padres quienes generamos siempre los momentos de conversación, de hecho muchas veces ellos no quieren hablar. Sin embargo, en ocasiones son ellos que deciden cuándo, dónde y a qué hora hablar repentinamente, a veces pueden ser momentos “inoportunos” o “inesperados” (a veces muy tarde, camino al supermercado, al despedirse o cuando estamos en el baño) pero aun así, no podemos olvidar que son momentos mágicos que hay que aprovechar, porque a pesar de su etapa adolescente, nos quieren involucrar o compartir algunas de sus vivencias, enojos, anécdotas o sucesos. Por nuestra parte, podemos aprovechar ese momento y elegir escucharlos o pedirles hablarlo más tarde, a riesgo que ese momento no vuelva y lo más probable, su estado de ánimo tampoco.

 

* Debemos trabajar en una comunicación activa, aprender a escuchar, dejarlos hablar sin interrumpir constantemente, mucho menos para criticar por cómo pudieron haber manejado tal o cual situación. No olvidemos que en muchas ocasiones nos están contando un hecho ya pasado.

 

* No siempre que nos cuentan algo es para pedir nuestra opinión (insisto en que siempre podemos darla): en ocasiones es simplemente para hacernos participe, para escucharse a sí mismos, para reforzarse como personas. Démosles la oportunidad de reflexionar por sí solos, para tomar decisiones, para elegir. Todo eso es parte de su crecimiento, formación y ayuda a su reforzamiento y autoestima.

 

* Como padres siempre podemos dar nuestra opinión. A diferencia de ellos, nosotros sí podemos encontrar el momento oportuno para corregir o reconducir, idealmente después que ellos hayan podido expresarse y explicarse, siempre de forma respetuosa y opinando desde nuestra visión de personas adultas, experimentadas y con muchos años más que ellos. Aprovechando cualquier oportunidad para reforzar positivamente sus buenos actos.

 

* Generar momentos distendidos y de ocio, que refuercen los lazos de la comunicación y los vínculos emocionales, donde no siempre somos los padres estresados, serios, que hablan de obligaciones, estudios y responsabilidades. Que conozcan nuestro lado lúdico y divertido. Nos acercará más a ellos de forma emocional.

 

* No siempre podemos evitar los conflictos con los adolescentes, porque es parte de la etapa. Muchas veces son inevitables, ellos están en búsqueda constante de identidad, de límites, egos o luchas de poder. La confrontación excesiva me debilita como padre y fractura los vínculos, debemos intentar elegir por qué confrontar y por qué abandonar; abandonar no es dejarlos ganar, es ubicarme en mi posición de adulto, tomar decisiones bien pensadas y evitar una confrontación mayor. No es lo mismo ganarse su miedo, que su respeto.

 

* Aprender a negociar con los adolescentes, buscar un punto intermedio en el cual ellos crean ganar parte de su lucha pero acepten ciertas condiciones, que hagan que parezca más un acuerdo y no una imposición. (Ejemplo: me pide salir hasta las 2am y yo le pido llegar a las 12am. Podemos acordar que llegue a la 1am).

 

* Aprender a decir NO y mantenerlo. El NO es parte de las frustraciones a las cuales todos nos enfrentamos en la vida, a cualquier edad, no todo sale como queremos y cuando queremos. Es importante que nuestros hijos reciban un NO de vez en cuando, los prepara para la vida adulta porque es parte de los límites. (Ejemplo: Me pide permiso para 3 eventos el fin de semana y la otra semana tiene exámenes, le permito 2 permisos y le dejo elegir cual dejará fuera, para que tenga el tiempo de estudiar). No tan sólo les ayudo con la frustración, también les doy la posibilidad de elegir las opciones, dándoles mayor sensación de control. Esto les encanta.

 

* Anteriormente decía que es mejor no comprometerse a algo que no podremos cumplir o mantener. En esta línea, es importante darles siempre un margen de tiempo para cualquier instrucción o requerimiento - sin grandes expectativas -. Evita pedirles las cosas para el mismo momento, eso los desestabiliza al punto de locura. (Ejemplo: Mañana, antes del mediodía deja tu habitación recogida para que puedas salir luego).

 

Finalmente, quisiera terminar este artículo (o guía para padres) con la firme convicción de que los padres siempre debemos estar: nuestra presencia es fundamental en cada fase de nuestros hijos, pero aún mayor en la adolescencia, incluso cuando ellos nos pidan no hacerlo o cuando estemos hartos de sus cambios de humor o tonos desafiantes. Aprovechar cada momento en el que podamos darles y transmitirles nuestro amor incondicional, amarlos pese a sus errores y reprochar sus conductas, NUNCA a ellos como personas. Que sepan que ahí estamos y estaremos el tiempo que dure esta complicada fase, porque si para nosotros es complicado, para ellos también - y mucho -. No podemos olvidar que los cambios que ellos sufren no los hacen intencionalmente para amargar nuestras vidas, no pueden evitarlos, no pueden dejar de crecer.

 

Aprender como padres a estar sin invadirlos, a estar en el silencio, en la escucha activa, en su plato favorito, en la mirada, en el cariño o beso sorpresivo… aprender a educar sin sobreproteger, sin quitarles sus responsabilidades, sus límites, sus consecuencias, sus frustraciones. Prepararlos para la vida fuera de nuestro regazo es nuestra gran misión y responsabilidad como padres, prepararlos a tener opinión propia, convicciones, valores, respeto, generosidad. Educarlos en darles las herramientas para que sean ellos que hoy y mañana tomen decisiones basadas en el respeto y amor hacia ellos y hacia los demás.

 

Si quisiera evitar el esfuerzo y ayudar a una larva cuando está en su pupa antes de convertirse en mariposa, a abrir por ella la pupa para que no se dañe sus hermosas alas, lo único que conseguiría sería condenarla de por vida a no volar jamás, porque al no esforzarse a romper su envoltura por sí sola, no tendrá nunca la fuerza necesaria en sus alas para salir volando.

 

No puedo vivir su sufrimiento, no puedo evitar su dolor, no puedo pensar como él o ella, no puedo hacerlo por él o ella… Conclusión, no puedo vivir por ellos, solo puedo acompañarlos a un costado del camino para que cuando estén preparados puedan volar. Para que no me necesiten, pero sí me quieran en sus vidas.

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Carola Pena Laouénan
Psicóloga Clínica
Terapia Cognitivo Conductual
Directora Talleres ESYO
www.talleresesyo.com

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Carola Pena Laouénan

Psicóloga clínica

Terapia Cognitivo Conductual 

Adolescentes - Adultos - Parejas

Coaching personal

Directora Talleres ESYO

E-mail: talleresesyo@gmail.com

Facebook: Talleres Esyo Psicóloga Carola Pena

Móvil: +33 7 52 04 85 76

 

 

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